'Ordesa', de Manuel Vilas
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5 años 3 meses antes - 5 años 2 meses antes #78
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'Ordesa', de Manuel Vilas Publicado por club-lectura
Bienvenidos un curso más al Club de Lectura UCO.
De vuelta de un merecido descanso en el que hemos aprovechado, cómo no, para leer mucho, lo hacemos con una lectura potente donde las haya y que se ha convertido en uno de los libros del año, tanto a nivel de público como de crítica, lo cual es bastante difícil. Se trata de Ordesa (Alfaguara, 2018), de Manuel Vilas , poeta y narrador nacido en Barbastro (Huesca) en 1962. Nada más comenzar a leer nos golpea con fuerza su primera frase: “Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición”. Manuel Vilas ha perdido a su madre, y hace unos años que perdió a su padre, se ha separado de su mujer y además ha dejado de beber. Para él es como el fin de un período histórico (“estaba ante la disolución de una época histórica… adiós al Renacimiento o adiós al Barroco o adiós al Siglo de las Luces…”). Siente que está perdido, que tiene miedo, y quiere poner en claro su vida y hacer un ajuste de cuentas con la paternidad, sobre todo como hijo, pero también como padre de sus dos hijos. Sus padres, verdaderos protagonistas del libro, no eran según él personas normales, tan poco normales como cualquier persona en la que se escarba un poco. Dice Marcos Giralt que hay que desenamorarse de los padres. En este caso, Manuel Vilas da una vuelta de tuerca más: se enamora de ellos en su infancia, se desenamora en su juventud y primera madurez y vuelve de nuevo a un enamoramiento sin límites ahora con este libro: convierte a sus padres prácticamente en dioses y a él en su representante en la Tierra. Así, dice de su padre que “no es que lo recuerde a diario, es que está en mí de forma permanente, es que yo me he retirado de mí mismo para hacerle hueco a él”. Y de su madre: “Me dejabas tal como yo te dejé. Me estaba convirtiendo en ti, y de esa forma tú perdurarías y vencerías a la muerte”. Quiere parecerse a su padre, ser elegante como él, tener estilo, ser viajante de comercio (su padre vendía tejidos por toda España y él vende sus libros), pero en realidad a quien se parece es a su madre de la que hereda rasgos y formas de ser (“Y es lo que yo heredé de ella: el instinto, una especie de zarpazo que te permite ver el origen de las cosas”; “Esa desafección la he heredado”; “cómo me parezco a mi madre. Absolutamente lo mismo”). Su madre, esa bruja que le predijo el futuro y adivinó que todo se repetiría, que sus hijos harían con él lo mismo que él hizo con sus padres, con su madre, no llamarla por teléfono, no tener ganas de hablar cuando ella lo llamaba: “No viene a decirme: ‘Tus hijos te tratan como tú me trataste’, no, no viene a decirme eso, sino que ha encontrado un camino de vuelta hacia mí. Viene a decirme esto: ‘Te querré siempre’.
Si no habéis leído nada de Manuel Vilas, puede que os sorprenda la intensidad de su estilo, de su mirada, de su tono, de su voz. Los lleva a tal extremo que a veces resulta cómico. Es diferente a casi todos. En uno de sus libros más divertidos, Listen to me , en el que habla con Dios, con Lou Reed, Bob Dylan y Rajoy (La Bella Varsovia, 2013) nos dice que “en Arte y en Literatura, todo lo que no vaya al límite como que, al final, no me divierte. Puede ser un límite moral, o puede ser un límite formal, o los dos límites juntos”. Eso es justo lo que hace en sus libros, llevarlos al límite porque como dice Jacques Derrida al que él cita a propósito de Bolaño, “la literatura más interesante es la que está a punto de perder su sentido, pero no lo pierde; es un estar a punto de perderlo, sin perderlo jamás”. Manuel Vilas es el ansia viva, la desesperación (“ponme gasolina a mí también”, nos dice en uno de sus poemas), un inmaduro al que le “está matando esto de vivir una sola vida. La gran muerte de vivir en una sola forma”, nos dice en otro de sus poemas. O al menos lo era antes de escribir Ordesa, porque parece que esta carta de amor a sus padres (también a sus hijos) que es su última novela, lo ha reconciliado consigo mismo y “puede que al final un hombre acabe por enamorarse de su propia vida, es decir, de aceptarse” y acabe aceptando también que hay que convivir con la nostalgia del mundo sin miedo de la infancia, con la nostalgia de un mundo lleno de amor incondicional hacia él (el que le tuvieron sus padres) que ya no volverá, pero que quedará fijado en este libro de tapas amarillas que sus hijos podrán releer una y otra vez y así no olvidarlo nunca: “Era el paraíso. Fue mi paraíso. Fueron ellos mi paraíso, mi padre y mi madre, cuánto los quise, qué felices fuimos y como nos derrumbamos. Qué hermosa fue nuestra vida juntos, y ahora todo se ha perdido”.
Sí, se trata de un libro lleno de vida, y lleno de literatura. Por momentos parece que la literatura le pone intensidad a la vida, ¿o la vida es tan intensa que necesita ponerse en palabras para poder asumirla? Al final “son dos verdades distintas, pero las dos son verdades: la del libro y la de la vida. Y juntas fundan una mentira”.
De todo esto y mucho más pudimos hablar con él el pasado 5 de octubre en Córdoba, en las Lecturas Redondas organizadas por la Biblioteca Pública Provincial de Córdoba y a la que asistimos muchos de los Clubes de Lectura de Córdoba y la provincia. Ciertamente que esperábamos mucho de Vilas y no nos defraudó, como tampoco defraudó la magnífica presentación a cargo de Antonio Luis Ginés, que, como poeta, incidió sobre todo en la faceta como tal de nuestro invitado de lujo.
Os dejamos el primer capítulo de Ordesa en pdf (sólo si estáis registrados) y si os apetece leerlo, lo tenemos, junto con otros títulos del autor, en la Biblioteca
De vuelta de un merecido descanso en el que hemos aprovechado, cómo no, para leer mucho, lo hacemos con una lectura potente donde las haya y que se ha convertido en uno de los libros del año, tanto a nivel de público como de crítica, lo cual es bastante difícil. Se trata de Ordesa (Alfaguara, 2018), de Manuel Vilas , poeta y narrador nacido en Barbastro (Huesca) en 1962. Nada más comenzar a leer nos golpea con fuerza su primera frase: “Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición”. Manuel Vilas ha perdido a su madre, y hace unos años que perdió a su padre, se ha separado de su mujer y además ha dejado de beber. Para él es como el fin de un período histórico (“estaba ante la disolución de una época histórica… adiós al Renacimiento o adiós al Barroco o adiós al Siglo de las Luces…”). Siente que está perdido, que tiene miedo, y quiere poner en claro su vida y hacer un ajuste de cuentas con la paternidad, sobre todo como hijo, pero también como padre de sus dos hijos. Sus padres, verdaderos protagonistas del libro, no eran según él personas normales, tan poco normales como cualquier persona en la que se escarba un poco. Dice Marcos Giralt que hay que desenamorarse de los padres. En este caso, Manuel Vilas da una vuelta de tuerca más: se enamora de ellos en su infancia, se desenamora en su juventud y primera madurez y vuelve de nuevo a un enamoramiento sin límites ahora con este libro: convierte a sus padres prácticamente en dioses y a él en su representante en la Tierra. Así, dice de su padre que “no es que lo recuerde a diario, es que está en mí de forma permanente, es que yo me he retirado de mí mismo para hacerle hueco a él”. Y de su madre: “Me dejabas tal como yo te dejé. Me estaba convirtiendo en ti, y de esa forma tú perdurarías y vencerías a la muerte”. Quiere parecerse a su padre, ser elegante como él, tener estilo, ser viajante de comercio (su padre vendía tejidos por toda España y él vende sus libros), pero en realidad a quien se parece es a su madre de la que hereda rasgos y formas de ser (“Y es lo que yo heredé de ella: el instinto, una especie de zarpazo que te permite ver el origen de las cosas”; “Esa desafección la he heredado”; “cómo me parezco a mi madre. Absolutamente lo mismo”). Su madre, esa bruja que le predijo el futuro y adivinó que todo se repetiría, que sus hijos harían con él lo mismo que él hizo con sus padres, con su madre, no llamarla por teléfono, no tener ganas de hablar cuando ella lo llamaba: “No viene a decirme: ‘Tus hijos te tratan como tú me trataste’, no, no viene a decirme eso, sino que ha encontrado un camino de vuelta hacia mí. Viene a decirme esto: ‘Te querré siempre’.
Si no habéis leído nada de Manuel Vilas, puede que os sorprenda la intensidad de su estilo, de su mirada, de su tono, de su voz. Los lleva a tal extremo que a veces resulta cómico. Es diferente a casi todos. En uno de sus libros más divertidos, Listen to me , en el que habla con Dios, con Lou Reed, Bob Dylan y Rajoy (La Bella Varsovia, 2013) nos dice que “en Arte y en Literatura, todo lo que no vaya al límite como que, al final, no me divierte. Puede ser un límite moral, o puede ser un límite formal, o los dos límites juntos”. Eso es justo lo que hace en sus libros, llevarlos al límite porque como dice Jacques Derrida al que él cita a propósito de Bolaño, “la literatura más interesante es la que está a punto de perder su sentido, pero no lo pierde; es un estar a punto de perderlo, sin perderlo jamás”. Manuel Vilas es el ansia viva, la desesperación (“ponme gasolina a mí también”, nos dice en uno de sus poemas), un inmaduro al que le “está matando esto de vivir una sola vida. La gran muerte de vivir en una sola forma”, nos dice en otro de sus poemas. O al menos lo era antes de escribir Ordesa, porque parece que esta carta de amor a sus padres (también a sus hijos) que es su última novela, lo ha reconciliado consigo mismo y “puede que al final un hombre acabe por enamorarse de su propia vida, es decir, de aceptarse” y acabe aceptando también que hay que convivir con la nostalgia del mundo sin miedo de la infancia, con la nostalgia de un mundo lleno de amor incondicional hacia él (el que le tuvieron sus padres) que ya no volverá, pero que quedará fijado en este libro de tapas amarillas que sus hijos podrán releer una y otra vez y así no olvidarlo nunca: “Era el paraíso. Fue mi paraíso. Fueron ellos mi paraíso, mi padre y mi madre, cuánto los quise, qué felices fuimos y como nos derrumbamos. Qué hermosa fue nuestra vida juntos, y ahora todo se ha perdido”.
Sí, se trata de un libro lleno de vida, y lleno de literatura. Por momentos parece que la literatura le pone intensidad a la vida, ¿o la vida es tan intensa que necesita ponerse en palabras para poder asumirla? Al final “son dos verdades distintas, pero las dos son verdades: la del libro y la de la vida. Y juntas fundan una mentira”.
De todo esto y mucho más pudimos hablar con él el pasado 5 de octubre en Córdoba, en las Lecturas Redondas organizadas por la Biblioteca Pública Provincial de Córdoba y a la que asistimos muchos de los Clubes de Lectura de Córdoba y la provincia. Ciertamente que esperábamos mucho de Vilas y no nos defraudó, como tampoco defraudó la magnífica presentación a cargo de Antonio Luis Ginés, que, como poeta, incidió sobre todo en la faceta como tal de nuestro invitado de lujo.
Os dejamos el primer capítulo de Ordesa en pdf (sólo si estáis registrados) y si os apetece leerlo, lo tenemos, junto con otros títulos del autor, en la Biblioteca
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